En pleno corazón de Santiago de Compostela se alza este hotel, en medio de un bosque, surcado por el río Sar; es un vergel consagrado al silencio, la calma y el disfrute consciente, con una decoración exquisita e inmejorables vistas a la naturaleza
Erigido en el siglo XVIII como una fábrica de papel, los propietarios rehabilitaron el edificio para convertirlo en un referente nacional y pionero del ecolujo. El compromiso verde llega a cada rincón de la quinta, que cuenta con dos huertos de los que empieza a abastecerse su restaurante, Filigrana, un escaparate del mejor producto km cero de Galicia y abanderado del Slow Food.
Cuando el viajero recala en A Quinta da Auga Hotel & Spa, se sumerge en un vergel urbano en el que la exuberancia de los árboles, jardines y terrazas envuelven al huésped en una paz que invita a olvidarse de todo. A Quinta da Auga es un oasis al amparo del río Sar donde lo más importante es el disfrute consciente, hilo conductor de toda la oferta de un lugar en lucha por conservar su esplendor, pero también el de su entorno. De ahí el profundo compromiso con la sostenibilidad –es pionero de la ecohotelería que abandera ya desde 2003— y con la prosperidad de sus vecinos, muchos de los cuales son sus proveedores. Defensor de su territorio, A Quinta da Auga se erige como un guía de excepción de su entorno; parte de los beneficios revierten en causas sociales de entidades cercanas.
EL BOSQUE Y EL SILENCIO
Cuando, en 2003, el matrimonio formado por María Luisa García Gil y José Ramón Lorenzo –arquitecta ella, promotor él— adquirió la finca, tuvo especial cuidado en conservar los árboles y las plantas que crecían allí como sello de compromiso con el entorno y para mantener su patrimonio. Para proteger esta biodiversidad, se ejecutaron repoblaciones de plantas autóctonas y de otras foráneas, pero adecuadas al clima lluvioso de Santiago, como el bambú, que conforma un bosquecillo que es uno de los rincones con más encanto y cuyo origen se remonta al S.XVIII, cuando los propietarios de la antigua fábrica de papel viajaron a Las Américas.
Un lugar mágico en el que perderse, que sigue con vida gracias a la insistencia de la familia por preservar cada uno de los rincones del lugar. Esta burbuja vegetal de 10.000 m2 ofrece a los huéspedes un regalo poco común hoy día: calma absoluta y un silencio delicioso, solo roto por el canto de los carboneros, garrapinos, herrerillos, mirlos, petirrojos y otras aves que anidan en las ramas de los árboles. Y, por supuesto, por el murmullo del río Sar y el sonido del agua de sus fuentes, característico del lugar. Hay mil opciones: leer un libro, disfrutar de un buen masaje en medio del bosque, perderse (para encontrarse) por sus lindes, saborear un pícnic o hacerse con un herbolario y recoger, mientras se pasea por la finca, diferentes plantas y conocer sus usos tradicionales. El realismo mágico gallego se vuelve tangible en este lugar en el que la mística se une al disfrute consciente. Un escondite en el que curarse del estrés de cada día y reencontrarse con uno mismo.
HABITACIONES CON ALMA EN UN ECOHOTEL PIONERO
El interior del edificio está a la altura del resto del proyecto. Esta temporada han estrenado las habitaciones Soul, una categoría de estancias muy espaciosas, con unas vistas increíbles y un interiorismo muy cuidado, con detalles en los que se unen el diseño más tradicional con piezas de última tendencia que la propiedad selecciona en las ferias de decoración más exclusivas de Europa. En el resto del hotel, en constante mejora, aporta cada año un nuevo aire al resto de sus espacios, como el recibidor de su recepción, en el que se mezclan con gusto objetos antiguos y elementos contemporáneos. Los amantes del arte pueden solicitar una visita para conocer, en detalle, las piezas más singulares que conforman el patrimonio del hotel de esta familia entusiasta del arte que lleva coleccionando piezas únicas desde hace más de 20 años. Un edificio que esconde, además, una estructura única, que se ha mantenido desde el S.XVIII.