Ser consciente de cómo se va a percibir una construcción fue el punto de partida de este proyecto del estudio valenciano RGB arquitectos.
La parcela, con una pendiente considerable y unas vistas al mar de 180 grados, se ubica en la parte alta de una urbanización que se desarrolla a lo largo del perfil de una montaña. El acceso al solar se produce por la vía principal de la urbanización y la forma de descubrirlo es muy particular, puesto que aparece, literalmente, después de una curva muy cerrada, como si la parcela se te echase encima. Esa sensación marcó la idea de que la casa que se construyera debía acompañar la manera de descubrirla, además de tratar de evitar que se presentara como un elemento robusto y muy másico. Esto, junto con que la posible dimensión de la fachada de la vivienda se acercaba a los 47 metros lineales, todos frente al mar, convenció al equipo de RGB para tratar la forma de la casa de una manera muy sinuosa, como una curva.
En la primera planta de la vivienda se encuentra esta increíble zona de piscina. Aquí las cubiertas exteriores son las que asumen el papel de romper con la ortogonalidad del espacio, de conferir al conjunto la sinuosidad y el dinamismo buscado, para mimetizarse con la forma de descubrir la casa y restar dramatismo a su aparición.
La forma de la casa y los importantes vuelos de las terrazas -la piscina mantiene un vuelo de 6 metros a lo largo de la mayor parte de su longitud de 21 metros-, permite que el acceso a la vivienda se convierta en una experiencia gradual.
Para la materialidad exterior se optó por un revestimiento multicapa continuo de color blanco, acorde con la tradición mediterránea del entorno, y grandes paneles de vidrio con carpintería en color grafito, de forma que la lectura es la de unos importantes forjados curvos de color blanco, que configuran los voladizos, y entre ellos los planos de vidrio. El contraste entre ambos enfatiza el efecto de los vuelos y la búsqueda de ligereza.