Cuando la niebla se desliza sobre el Gascogne o el Bigorre, los picos emergen de las nubes como islas que aparecen entre Francia y España. Así es la realidad porque en la naturaleza no hay fronteras, sino islas. Y, como todas las islas, apetece viajar para visitarlas, descrubirlas y disfrutarlas.
Durante siglos, los valles del Norte y del Sur de los Pirineos han conservado su unidad, su identidad y su propias características para dar a conocer su propio carácter, sus encantadoras y su insularidad sin importar al mismo tiempo que a ambos lados se construyeran dos países con sus respectivas monarquías como las de Francia y España.
Lejos de ser una frontera entre hombres, las montañas de los Pirineos se convirtieron en lugares privilegiados de intercambio y encuentro; lugares que durante siglos han sido paso de gentes, pastores y peregrinos que caminaban entre la frontera franco-española. Este espectacular viaje trata de descubrir esa larga tradición por descubrir los rincones de ambos lados del Pirineo sin que existan las fronteras.
Una naturaleza colosal
Los Pirineos están llenos de rincones sublimes y sorprendentes que merecen ser visitados en múltiples escapadas. Son grandes y pequeñas maravillas de la naturaleza que configuran un gran viaje.
Intenso y espectacular, el Circo de Gavarnie ha atraído a científicos, pintores y poetas desde el siglo XVI. Cualquiera que llegue hoy frente a este prodigioso muro de 1.500 m de altura y 6 km de circunferencia entenderá fácilmente por qué. Sus gradas concéntricas se suceden en una simetría casi perfecta, dominadas por una serie de grandes montañas: el Casque (3.006 m), el Marboré (3.248 m), el Taillón (3.144 m), 16 picos de más de 3.000 metros y la legendaria Brèche de Roland. Sin olvidar al fondo, una de las cascadas más altas de Europa, con un desnivel de 423 m… En un viaje a los Pirineos en 1843, Víctor Hugo lo describió así abrumado por su grandiosidad:“Es una montaña y un muro al mismo tiempo, es el edificio más misterioso del más misterioso de los arquitectos, es el Coliseo de la naturaleza, es Gavarnie”.
Ante este coloso excepcional, cuesta creer que no esté solo. Y, sin embargo, Estaubé y Troumouse están allí, a tiro de piedra. Como él, son verdaderas obras maestras de la naturaleza. Estos espectaculares circos están pegados a los grandes cañones del Alto Aragón español y juntos forman el sitio de «Gavarnie-Monte Perdido», una pieza única de los Pirineos, una montaña sagrada catalogada por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
El Gran Cañón de Ordesa, Patrimonio Mundial de la Humanidad
Con sus paredes dantescas, el Gran Cañón de Ordesa parece el Colorado de los Pirineos y es único en Europa. Acantilados vertiginosos, circos suspendidos, fajas aéreas, cascadas impresionantes, Ordesa es la expresión del exceso. Sus paredes minerales contrastan con una naturaleza fértil y exuberante y forman paisajes de extrema belleza y sorprendente originalidad. Una generosa procesión vegetal formada por hayas,pinos,sauces,fresnos y álamos cubre el fondo del cañón atravesado a su vez por las aguas del río que descienden por espléndidas cascadas. Acogedor para los paseos, este fondo del valle está enmarcado por vertiginosos acantilados, atravesado por «fajas», especie de espectaculares balcones que ofrecen una vista panorámica impresionante. Al otro lado de este espectacular cañón, se encuentra el grandioso Cirque de Gavarnie. Dos laderas diferentes de la misma montaña «Gavarnie-Monte Perdido» clasificadas como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO.