Si en el mundo de la belleza y los cuidados personales existe un tratamiento estético capaz de mantener su vigencia ante el paso del tiempo, este es, con toda seguridad, el peeling químico. Se conservan publicaciones sobre el uso del fenol para reducir las cicatrices del acné desde la década de 1940. Desde entonces, este tratamiento no ha parado de evolucionar en un constante ciclo en el que unas veces pasaba de moda y otras renacía con más fuerza (Por Pilar Gaudí).
El peeling químico es una técnica que se emplea para exfoliar y renovar las capas superficiales de la piel. Para ello, se utilizan distintos tipos de ácidos capaces de provocar una descamación controlada que elimina las células muertas, sustituyéndolas por otras más jóvenes, suaves y uniformes.
Los peelings químicos se clasifican según el nivel de profundidad en el que actúan, que puede ser superficial, medio o profundo. Esta clasificación viene determinada por el pH del ácido utilizado y su concentración. Los peelings de uso domestico tienen una concentración menor en comparación con los que puede utilizar una esteticista profesional en cabina, que puede trabajar hasta la dermis papilar utilizando peelings medios. Si un peeling supera este nivel, se considera profundo y se convierte en un tratamiento médico, que generalmente requiere algún tipo de anestesia.
Cuando hablamos de peelings químicos, no nos referimos a un único tipo de tratamiento. Existen distintos tipos de peelings, cada uno de ellos diseñado para abordar unas necesidades específicas, como la corrección del envejecimiento cutáneo, las marcas del acné o las lesiones pigmentarias. Dependiendo del tipo de ácido utilizado, estos tratamientos son especialmente efectivos en objetivos como la regulación del sebo, la reducción de poros dilatados, la disminución de arrugas, la unificación del tono o la atenuación de manchas, cicatrices e imperfecciones.
La preparación de la piel antes del tratamiento es tan importante como el propio peeling químico. Si estamos considerando realizarnos uno, lo primero que debemos hacer, es reservar una cita de diagnóstico con un profesional que evalúe el estado de nuestra piel y determine su idoneidad para el tratamiento. Durante esta fase, se analiza el nivel de hidratación y otros factores que determinarán si nuestra piel se encuentra en un estado óptimo para someterla al peeling. Un acondicionamiento adecuado de la piel asegura un proceso de exfoliación más rápido y uniforme, así como una fase de recuperación más corta, marcando la diferencia en la efectividad y la experiencia general del tratamiento.
El tiempo de recuperación, una vez realizado el tratamiento, varía en función de su profundidad. Los peelings superficiales y medios ofrecen un proceso más rápido, caracterizado por un enrojecimiento y una posterior descamación que puede durar hasta unos siete días. Los peelings profundos suelen necesitar un periodo de recuperación más prolongado, y van acompañados de un proceso de inflamación y descamación mucho más evidente. Es importante recordar que este tipo de tratamiento supone, en realidad, una agresión controlada que infringimos a la piel. Es normal que en los días siguientes se experimente tirantez, sequedad, enrojecimiento y descamación. Posteriormente, la epidermis se renovará completamente, dejando una piel suave y luminosa, con un tono uniforme y poros cerrados.
La eficacia del peeling no solo depende del procedimiento en sí mismo, sino también del compromiso y los cuidados que le brindemos durante la fase de recuperación. En este período, la piel se vuelve especialmente sensible a la radiación solar, por lo que es fundamental hidratarla profundamente y utilizar un protector solar con SPF 50.
Personalmente soy una firme partidaria de este tratamiento. Supone una herramienta muy valiosa, que en la mayoría de los casos consigue una notable mejora en la calidad y textura de la piel. Pero, dado que no es apto para todas las personas y puede conllevar algún riesgo, es importante que el peeling químico sea realizado por profesionales capacitados. Es aconsejable consultar con un dermatólogo o esteticista especializada antes de embarcarse en este tipo de tratamientos.
Sin embargo, a pesar de la capacidad regeneradora de los peelings químicos, también soy de la opinión de que el auténtico cuidado de la piel no reside en los procedimientos puntuales. La clave para una piel sana y saludable es el compromiso con una rutina de cuidados personalizados, con productos indicados para las necesidades específicas de cada piel y que potencien sus funciones naturales. Te invito a explorar más allá de estas líneas, a consultar con profesionales que diseñen la rutina personalizada que tu piel merece.