EL MINIMALISMO HIPNÓTICO DE JONNY NIESCHE TIÑE IBIZA

El artista australiano protagoniza la muestra anual de la Fundación La Nave Salinas tras artistas como Eva Beresin, Rafa Macarrón, y Kenny Scharf. Su propuesta, que transforma el espacio en una instalación inmersiva, juega con la percepción del espectador convirtiéndolo en protagonista.

Hay pocos artistas actuales que usen la palabra sublime. Como a los autores del Romanticismo, a Jonny Niesche (Sídney, Australia, 1972) no le da miedo utilizarla ni hacer de ella el foco de su discurso, del mismo modo que habla de las paletas de los atardeceres o de la estética glam rock. Su trabajo protagoniza la exposición anual de la Fundación La Nave Salinas, una institución comprometida en presentar distintos lenguajes artísticos a nuevos públicos en un escenario inédito: un antiguo almacén de sal a los pies de la playa de Las Salinas, en Ibiza. La muestra, titulada _ness, presenta tres obras monumentales de Niesche, concebidas especialmente para el espacio, acompañadas por el sonido de un agujero negro en el centro de la galaxia Perseo, capturado por la NASA y editado para la exposición.

Las piezas, dos cuadros verticales de 10 metros de altura y uno horizontal de 20 metros, son cinco veces mayores al trabajo habitual de Niesche. En la instalación de Fundación La Nave Salinas, el artista quiso crear un entorno donde olvidarse del ruido exterior. Los colores se escogieron expresamente para crear un pequeño universo –en el que todo el suelo es negro brillante– y donde se ha incorporado el sonido ambiente como algo abstracto que facilita, incluso, la meditación. Al caminar, descalzo, por el espacio, parece que las obras siguen al espectador. Una sensación de movimiento buscada por Niesche. “Mi obra explora el campo expandido de la pintura y la abstracción”, confiesa. “Siempre me ha obsesionado lo sublime y cómo, con suerte, tener una experiencia casi trascendental con el trabajo. No en un sentido religioso, sino más bien en la creencia de la espiritualidad de la abstracción. Quiero brindar un espacio donde puedas apagar el ruido y tener un lugar para pensar. Recortar todo y desaparecer en algo”, explica el artista. Y añade, “En inglés, el sufijo ness sirve para crear sustantivos a partir de adjetivos, y en este caso, el título de la exposición se relaciona con el objetivo de brindar un espacio donde el visitante pueda sentir libremente y sin ataduras para así ponerle nombre a sus emociones y sentimientos, construyendo el nombre que mejor los defina”.

 

En su práctica, Niesche crea experiencias jugando con el color y el espacio, un encuentro que espera hacer pensar y meditar al espectador. “Mi trabajo es minimalismo hipnótico, incluso algún crítico habla de minimalismo pop. Tiene una sensibilidad agradable en general. No es una obra difícil. Está destinada a ser hermosa, pero no superficial. Me interesa jugar con la belleza y un toque de mal gusto que le da un poco de ruptura”, afirma. “Cuando era niño, no estaba tan influenciado por las cartas de color de las ferreterías como otros artistas. En mi caso, mi madre me arrastraba a los departamentos de cosmética de los grandes almacenes. Allí, me enamoré en secreto de los colores que encontraba, de los espejos, las superficies reflectantes… Eran increíbles. Era la era del glamour”.

Se siente cómodo trabajando el color field painting, un estilo de pintura abstracta que nació en Nueva York durante los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado y una de las tendencias dominantes dentro del expresionismo abstracto. Niesche reconoce la influencia de Mark Rothko –que nunca se identificó con esta corriente, pero es considerado por los críticos como uno de los pioneros de la misma–, al igual que la de Donald Judd y Dan Flavin. Son tres nombres propios de una larga lista de influencias: los fundadores del grupo Zero, Heinz Mack y Otto Piene; las pinturas color field de Mark Rothko junto a su camarada Barnett Newman; y las obras de arte minimalistas de John McCracken. También la música impregna su práctica. Fan de Debbie Harry, Captain Beefheart y David Bowie, los tonos del maquillaje de los setenta y las combinaciones imposibles de la iconografía de la música glam impregnan su trabajo.

Hace tiempo que abandonó el lienzo y el óleo. También la figuración. “Empecé pintando de manera muy realista y el resultado en sí se estaba volviendo demasiado oprimido y cerrado. Intenté usar jeringas y otros instrumentos para pintar, pero no fue satisfactorio”, explica el artista. “Descubrí que, cuanto más vaciaba la figuración, más posibilidades había. Al reducir el trabajo al color, la forma, el material y la superficie, y al limitar tus opciones, en realidad te hace centrarte en elementos muy específicos y abre nuevas ideas y formas de pensar sobre la creación”. Niesche trabaja con imágenes digitales que luego traslada por sublimación al voile, un proceso que transfiere la tinta a la tela usando altas temperaturas. Esta, posteriormente se estira como por arte de magia sobre metales y espejos. Entonces, sus obras interactúan con la arquitectura del espacio donde existen, donde el espectador se ve reflejado en la obra y se hace partícipe de ella. “Es esta situación similar al deseo de cuando estás mirando a través de un escaparate algo que quieres y, en algún momento, eres sorprendido por el reflejo de ti mismo. Ese es un punto interesante con el que me gusta jugar”.

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